A mediados del siglo pasado no existían juguetes sofisticados, así es que para sus juegos los chavales utilizaban los recursos que tenían a su alcance, palos, piedras, arena, …
El medio natural serrano ofrecía multitud de materiales, que se convertían en fabulosos instrumentos a través de la inagotable imaginación infantil.
Los niños del Vadillo Castril estaban de suerte. La carpintería del Patrimonio Forestal, la serrería de la RENFE y los talleres de vehículos forestales proporcionaban materiales especiales. En la Sierra no había jugueterías, ni tiendas donde se pudiera adquirir algo más que unos caramelos. Pero, los recursos eran inagotables. Con los recortes de las tablas de la serrería, las niñas se construían sus casitas. Las muñecas se hacían con trapos desechados y los recortes de las telas que utilizaban las madres para confeccionar los vestidos.
Los niños construían sus propios coches en miniatura, los carros de cojinetes que tomaban velocidades endiabladas en las cuestas. En estos juguetes artesanos, que algunos manitas convertían en verdaderas obras de arte e ingeniería, siempre estaba presente el material más abundante y que mejor juego daba: la madera. Con palos y ramas de buje (Boxus sempervirens) hacían sus cabañas, como las que habían visto hacer a los pastores. Pero, sus habitantes no eran los vaqueros y ganaderos de estas sierras, sino los indios que habían visto en las películas o en las portadas de las novelas de Marcial Lafuente Estefanía de sus padres. Con elásticas varas de sarga (Salix eleagnos) hacían los arcos, con las rectas varetas de espigas de anea (Typha latifolia) las flechas, y con madera, siempre la madera, tallaban, a navaja y escofina, los cuchillos. A veces estos indios también iban armados con tirachinas, hechos con orquillas de sauce y gomas de cámaras desechadas de bicicletas.
Al tener el río al lado, también aprovechaban los remansos de mayor profundidad para construir barcas de troncos, con la misma técnica que utilizaban los pineros (gancheros) en la confección de las armandías para conducir los palos por el agua.
Por temporadas, se jugaba a otros juegos infantiles, más generalizados, como la «pítile» (mocho en otras partes de la comarca), la «tángana», con tejos de madera en vez de cerámicos o metálicos como en otras partes, a «churropicoterna», a la «una mi mula», al «marro», al «pañuelo». etc.
El FSH reserva una buena parte de su contenido y actividades a los niños. Vamos a enseñar los juegos que practicaban los zagales y zagalas de la postguerra, así como enseñar a construir sus propios juguetes a partir de materiales reciclados.
Qué interesante! Antes los niños utilizaban más y mejor su imaginación en los juegos. En el pueblo de mis padres en la serranía baja de Cuenca, se hacían grilleras con juncos de río, el juego consistía en atrapar grillos ,con la dificultad que ello suponía y soltarlos el día después. Quién más grillos conseguía , mayor potencia de canto tenía al anochecer . Aprendí a hacerlas gracias a mi tío, actualmente las utilizo como ambientadores naturales, pues dentro les pongo ramitas de romero, lavanda o tomillo. Hace poco estuve en Vadillo Castril haciendo un curso y comenté este tema con los compañeros.Un saludo, y si quereis una foto de las grilleras ,os la puedo mandar.
Muchas gracias Nieves. Pues sería muy interesante la foto. Aquí también capturabamos grillos herreros y lo metíamos en una jaulita para que cantaran, pero que se hacía de madera y alambres, no de juncos. De comer le echábamos correhuela y estaban todo el verano cantando en la casa.
Os envío la foto , pero necesito otro correo , pues en este no sé como descargar el archivo. Gracias, un saludo. ( allí les echaban de comer hojas de lechuga pero es curioso el entrenenimiento en ambos lugares)
El correo del festival es sierrayhombre@gmail.com