Galería fotográfica: «Pineros y talleres»
Autor: Silvestre Nieto.
Silvestre Nieto, un hijo directo de la cultura de la madera, nos deja un puñado de imágenes con momentos de la primera edición del Festival de la Sierra y el Hombre.
Silvestre Nieto, de Vadillo Castril e hijo de uno de los últimos pineros de estas sierras, Celedonio Nieto, tuvo que sentir sensaciones muy especiales cuando por el visor de su cámara pudo contemplar escenas que sólo había visto en antiguas películas en blanco y negro, y por lo que le había contado su padre, como la anécdota que relatamos a continuación.
Celedonio, desde muy pequeño huerfano de padre, antes de pinero, como la mayoría de los zagalillos serranos, comenzó como pastor, bajo el protectorado de Hilario, el de la Venta, en las inmediaciones del Río Bosora. Así que, como buen gañán, tuvo siempre un certero brazo con las piedras, que más tarde le serviría para ser un reconocido bolero. De chaval, pasó por malos años, como la mayoría de la población serrana. A los diecisiete o dieciocho años se lo llevaron a la guerra, así es que tenía que ser muy joven cuando se «enroló» en su primera pinada. Como novato, intentaba hacer equilibrios sobre los palos, para ganarse méritos e ir progresando en una profesión tan dura como respetada. Otro muchacho, mayor que él y con mayor experiencia, le gastó una novatada. Cuando pasaba junto a Celedonio, el zagalón le pisó la punta del palo donde su joven compañero navegaba, provocando su desequilibrio y cayendo de bruces al agua helada. La víctima de la pesada broma, en la zambullida, agarró un guijarro del lecho del río y cuando se incorporó, de una certera pedrada tiró al bromista al agua. Empate a uno.
Sin embargo, la anécdota no quedó como una riña entre jóvenes. Los compañeros se inquietaron de las consecuencias de la pelea, y trasladaron su preocupación al mayoral. Como el nuevo era Celedonio y estaba bajo la tutela de Hilario, el encargado de la maderada fue a hablar con él, porque consideraba que si había mala intención, no tendría sitio en la cuadrilla y, cabía la posibilidad de denunciar la agresión a la Guardia Civil. El calentón del muchacho, le podría costar caro.
Hilario era una persona muy respetada en esa parte de la Sierra. Tras escuchar atentamente al mayoral, el ventero setenció:
– ¡Bah! Eso fue una broma de Celedonio. Si el muchacho hubiera querido hacerle daño, con el brazo que tiene, ahora estaríamos de entierro.
El zagal conservó su puesto de trabajo, y se ganó el respeto de sus compañeros. Fue la última novatada que le gastaron.
Tenía que estar bien fría el agua para que Celedonio Nieto tuviera aquella reacción. Como trabajador de Explotaciones Forestales de RENFE, vivió gran parte de su vida en Vadillo Castril, donde fue querido y respetado hasta los ochenta y tres años, cuando nos dejó. Trabajó en la mayoría de los oficios forestales, desde peguero a aserrador. Era conocido por sus juegos y su buen humor. Eso si, sus bromas no eran nunca pesadas y, jamás se le ocurrió, tirar a nadie al río.
Por ese motivo, aunque ya hemos subido fotos de la pinada, creemos que las realizadas por un hijo de un pinero debían estar aquí. En las mismas, durante la pinada del festival, aparece un nieto de Celedonio, estudiante de ingeniería forestal, que actuó como ganchero.
También participó como pinero un tataranieto de otro personaje mítico de la Sierra, Antonio Ortega, el «Tío Lobera». Una de sus nietas, Nicolasa Robles Ortega, ya octogenaria, presentó uno de los talleres más seguidos en el FSH. En «La Botica Serrana», Nicolasa, desde un profundo conocimiento de una cultura que se resiste a desaparecer, explicaba a los asistentes los remedios medicinales de la tradición serrana. Algunas de las fotos de esta galería pertenecen a los talleres realizados el domingo por la mañana.